El post de hoy es un poco especial. Hace varios días comencé a leer un nuevo libro, concretamente “Las gafas de la felicidad”, libro que por cierto me está gustando mucho. Es un libro de crecimiento personal. Este año completo me lo he pasado leyendo libros de este estilo. Unos me han gustado mas que otros, otros me han ayudado mas y otros menos. La cosa es que en general, me han servido de bastante ayuda.

Cómo cada día por la mañana antes de salir de la cama me paro a leer algunas páginas del libro que tenga entre manos. Hoy último día del año, no podía ser de otra manera y he amanecido con mi lectura diaria, y sin darme cuenta me he visto envuelta en lágrimas y no sé si eran lágrimas  de felicidad o de tristeza. Os voy a compartir el texto con la historia que cuenta el libro, historia que ya conocía porque salió en su día en todos los informativos y que hoy me ha servido de motivación para publicar este post que para nada estaba planeado.

Sabéis que hace unos días publiqué un post aquí en el blog y también en redes sociales, concretamente en mi cuenta de IG . La foto que publiqué es de un look antiguo que he versionado con ayuda de mi marido y de unos tutoriales de youtube, añadiéndole un toque de creatividad mediante photoshop. Una imagen que sin importar la técnica con la que se haya realizado (photoshop, maquillaje, etc…) , quiere expresar algo más , que es belleza.

Vuestra participación en comentarios ha sido muy diversa, la mayoría habéis captado muy bien lo que quería expresar, otras personas se habéis comido bastante la cabeza pensando en cómo he podido hacerme esas flores tan perfectas en la piel. Otras personas, pues han usado su conocimiento para explicar por mí como he hecho ese trabajo, como veis, comentarios de todo tipo.

Sinceramente, lo que buscaba al compartir esa imagen era IMPACTO. Comparto trabajos a menudo en las redes y tienen una participación penosa, tan solo unos cuantos de comentarios y ya…. Estas personas que se paran a ver, comentar y aprecian la belleza sin importarles a priori el como se ha conseguido,  quizás se sientan identificadas con la chica del final de la historia que os comparto ahora.

 

El 12 de enero de 2007, el periódico estadounidense The Washington Post llevó a cabo un inédito experimento cultural. Le pidió a Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, que tocase en el metro haciéndose pasar por músico callejero. Tenía que tocar durante 45 minutos algunas de las mejores piezas de la historia, obras escogidas de Bach y Schubert. El periódico quería grabar allí, durante la hora punta de la mañana, y contabilizar cuántas personas se detenían, cuántas le daban algo de dinero y cuántas le ignoraban por completo.

Joshua Bel contribuyó al experimento llevándose al metro el instrumento más preciado del mundo: un Stradivarius de su propiedad construido en 1731 que costó 3,5 millones de dólares.

Como parte del experimento, se preguntó a un experto en música clásica, el director de orquesta Leonard Slatkin, cuál iba a ser, en su opinión, la reacción de la gente Slatkin dijo:

-Yo creo que aunque no lo reconozcan físicamente, es imposible no notar que se trata de un genio. Seguro que en Europa tendría más audiencia, pero aquí en Washington yo diría que si pasan 1000 personas por ese lugar, como mínimo unas 75  se pararán a escucharle y unas 40 reconocerán la enorme calidad de la música.

-¿Y cuánto dinero conseguirá? – le preguntaron.

-Unos 150 dólares.

A las 8 de la mañana de aquel viernes 12 de enero, Joshua Bell salió de su hotel y tomó un taxi para hacer las pocas manzanas que le separaban de la céntrica estación LÉntant Plaza de Washington. Es un trayecto muy corto, pero siempre que lleva su Stradivarius, toma el máximo de precauciones. Una vez allí, sacó el instrumento y vestido con tejanos y una gorra de béisbol, se dispuso a tocar seis piezas clásicas durante 43 minutos. Joshua había tocado tres días antes en un gran concierto en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, a 100 euros la entrada más barata.

La sonoridad del vestíbulo de la estación resultó sorprendentemente buena y, como comprobarán todos los que escuchen la música en internet, el espectáculo musical fue sencillamente maravilloso. (puedes ver el video del experimento en youtube bajo el título Stop and Hear the Music).

El resultado de la prueba fue el siguiente: de las 1070 personas que pasaron por delante de Bell durrante el tiempo que duró el concierto, sólo 7 se detuvieron a escuchar y la mayoría durante menos de un minuto. Un total de 27 personas que pasaron rápido echaron algo de dinero al sombrero, casi todos sólo unos pocos centavos. Es conmovedor cuando, al final de la prueba, sólo una joven le reconoce y le dice emocionada:

-Le vi en el concierto de la Biblioteca del Congreso. Fue fantástico. Dios mío: esto sólo puede ocurrir en Washington.

Después del experimento, los periodistas de Washington Post se sentaron a reflexionar y se preguntaron asombrados: ¿Es que ya no tenemos tiempo para la belleza? ¿No apreciamos la hermosura cuando pasa por delante de nosotros?

Existe una medida de la cordura del hombre casi infalible y es su capacidad para gozar de lo bello. Cuando estamos estresados perdemos esa capacidad: ya no nos fijamos en la armonía de los colores del parque, en el azul intenso del mediodía o en la belleza del rostro de alguna persona madura.

Uno de los caminos hacia la felicidad es potenciar nuestra capacidad de disfrutar de la belleza. Y, todavía mejor, de generar belleza.

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